El agua corriente en las casas es algo bastante reciente. No hace mucho tiempo que, sobre todo en las zonas rurales, era trabajoso obtener agua para beber y para lavar.
En el Naranco, aunque el agua abundase, la construcción de infraestructuras para facilitar el abastecimiento fue fundamental para la vida cotidiana de sus vecinos. Hablamos de fuentes, abrevaderos y lavaderos.
Solo a partir del siglo XIX los poderes públicos se ocupan de estos servicios; hasta entonces las poblaciones rurales debían procurarse el agua directamente de arroyos y manantiales.
Mujer con caldero y cangilón. Año 1914.
[Fotografía: Museo del Pueblo de Asturias. Autor: Modesto Montoto ]
A finales del siglo XVI, las obras de Fitoria y Los Pilares en Oviedo sientan las bases de los modernos servicios hidráulicos, pero las iniciativas llegaron lentamente al resto del concejo.
Para las áreas rurales, se diferencian dos grandes momentos constructivos: el primero, comprende las décadas finales del siglo XIX y las iniciales del XX; el segundo, se desarrolla en el tercer cuarto del siglo XX.
En este primer período la situación en que se encontraba el suministro de agua en la zona rural empieza a verse como un grave problema sanitario, y nuevas leyes sobre las competencias de los ayuntamientos facilitan la construcción de servicios hidráulicos más allá de las áreas urbanas.
Muchos pueblos continuaron, sin embargo, sin infraestructuras. Los vecinos creaban pozas en el terreno, aprovechando los arroyos o manantiales para abrevar sus ganados, mientras la ropa se lavaba en los cauces, a veces colocando piedras para represarlos.
En cuanto a las fuentes, en muchos casos bastaba colocar en el punto de surgencia natural una corteza o teja, a modo de caño, para facilitar la recogida de agua en cántaros o calderos.
Mujeres lavando en un rio entre 1892 y 1930
[Fotografía: Ministerio de Cultura y Deporte. IPCE. Autor: Polentinos ]
Mujeres en la fuente. (Finales siglo XIX- inicios siglo XX)
[Fotografía de www.lavaderospublicos.net]
Ya en el tercer cuarto del siglo XX, las autoridades públicas convirtieron en prioridad que todos los pueblos dispusiesen de fuente, lavadero y abrevadero.
Mientras, empezaba a ser común en las ciudades tener agua corriente en casa.
En muchos casos las infraestructuras se construyeron ya fuera de época, pues durante las décadas de 1960 y 1970 el agua corriente llega a las casas de la mayoría de los pueblos.
Además, la aparición de las lavadoras eléctricas en esas fechas, junto a la posibilidad de comprarlas a crédito, hizo pronto innecesarios los lavaderos públicos.
En el caso del Naranco, en las primeras décadas del siglo XX existían lavaderos en el entorno de San Miguel de Lillo.
Eran estructuras de piedra muy sencillas con techumbres improvisadas.
Otra construcción que ya existe a principios del siglo XX es la de El Pevidal ubicada sobre el curso del arroyo, que se utiliza como lavadero.
Lavadero junto a la iglesia de San Miguel de Lillo. Año 1917.
[Fotografía de Aurelio Llano. (1917). La iglesia de San Miguel de Lillo]
Muchas de las infraestructuras hidráulicas que se conservan hoy se realizaron o repararon ya en la década de 1950, momento en que el ayuntamiento toma la iniciativa para su construcción allí donde fuera necesario.
Los materiales utilizados fueron ladrillo macizo, hormigón y placas de fibrocemento sobre madera, para las cubiertas.
Se establecieron módulos tipo para cada uno de los elementos (lavadero, abrevadero, fuente), que podían construirse aislados o formando conjuntos acoplados.
La abundancia de agua, la cercanía a la ciudad, y probablemente también sus buenas condiciones de insolación, explican que muchas mujeres del Naranco se dedicaran al oficio de lavanderas.
Tenemos noticias de esta especialización desde al menos mediados del siglo XIX.
Tanto en Ules como en Fitoria existen lavaderos de gran tamaño probablemente construidos aprovechando las obras de captación de los manantiales o reparación de las conductas.
En el caso de Ules, en la década de 1950 existían al menos cinco lavaderos además de las dos grandes pilas de lavar bajo la captación del manantial, un número muy elevado en relación al tamaño de la población.
Lavadero en el Naranco
[Catálogo propiedad de la Biblioteca de Asturias]
Descargar folleto de las lavanderas del Naranco.
[Se trata de un catálogo de publicidad de una máquina de lavar, pero contiene fotos de las lavanderas del Naranco]
El lavado de la ropa era realizado por las mujeres campesinas como parte de su trabajo doméstico,
pero también fue una ocupación asalariada exclusivamente femenina demandada por instituciones (conventos, hospicios, cuarteles, etc.) o familias acomodadas.
Era un trabajo penoso, ya que se realiza al aire libre, exige gran esfuerzo físico y puede provocar enfermedades por el contacto constante con el agua, la posición del cuerpo y la exposición a ropas infectadas.
Además sus remuneraciones eran muy bajas.
En los pueblos que salpican la sierra aún podemos encontrar numerosos lavaderos, la mayoría construidos o reformados en las décadas centrales del siglo XX.
En algunos casos las reformas se realizan con los materiales industriales propios de la época, pero aprovechando las piedras de lavar de caliza de lavaderos anteriores (Villanueva); mientras las estructuras nuevas se realizan íntegramente en ladrillo y hormigón (El Pevidal).
Lavadero de Entrerregueros y modelo del lavadero de Naranco
[Diseño de lavadero rural de I. Sánchez del Río. Revista de Obras Públicas, 79, tomo I. 1931.]
Dos casos de lavaderos del Naranco son peculiares respecto al conjunto:
El lavadero circular de Naranco, proyectado por Ildefonso Sánchez del Río cubierto con un paraguas, y el gran lavadero de 25 plazas de Entrerregueros, resultado de las condiciones exigidas por el Ayuntamiento al Centro Asturiano de La Habana para captar agua del manantial de Lillo con destino a sus Sanatorios.
Puntos de abastecimiento de agua abundan en el Naranco, pero son pocas las fuentes que conservan su traza tradicional, con un simple caño de hierro o una construcción sencilla.
Del primer tipo es la fuente Santolaya, cerca de Folgueras, y del segundo, la fuente y abrevadero de Constante (al lado de la actual Pista Finlandesa), o la fuente El Salguerín, construida a principios de la década de 1930 en la zona de El Zarrón (al Norte de la actual área recreativa de la cima).
Ejemplo de pozo tradicional lo tenemos en Piolaya, donde una estructura en mampostería de piedra con acceso escalonado dotó de aguas abundantes a los vecinos, al menos desde mediados del siglo XIX.
Referencias
.García Martínez, A. (2007). El agua en la Asturias tradicional. Red de Museos Etnográficos de Asturias. Gijón.
.Cantero Fernández, C. (2015).El agua en la vida cotidiana. Fuentes, lavaderos y abrevaderos de Asturias. Museu del Pueblu d’Asturies. Gijón.
.Expedientes del Ayuntamiento de Oviedo (Archivo Municipal de Oviedo): AMO, 6.9.4.1; AMO, 6.9.60.11; AMO, 6.9.83.15; AMO, 1.1.83.12.